jueves, 12 de noviembre de 2020
Poetry
COSTILLAS, DERROTAS, AULLIDOS
A veces
sueño
redimir
sueños
e imagino
soldadas
de gloria.
Otras
emporcado
en ira
maldigo
las cadenas.
Cómo de lejos
se ven
los semáforos
en los andenes
pulcros
donde apalean
llanto
o mugre
y se dan bulas
para detonar
la honradez.
Costumbrismo
abuso
perpetuo
cadenas
dementes
golpeando
inocencia
-quizás
no querían ser
culpables
o no querían
ser-
y un cuadro
triste
seco
de una bala.
Atuendos negros
o de colores
para tener que comprar
otro atuendo
que combine
con otra alharaca
calzado
u otro anormal atuendo.
Pensamos
lo que de uno piensan
mientras ellos piensan
qué pensamos.
Se vive
esclavo
en miriadas
de formas.
Nos matamos
necios
para mantenerlas.
Vaho.
Sentí virilidad
una vez
y al viento
esculpir
ojos
labios
deseos
no sé cómo
ni el por qué
sus ladridos
eran tan fuertes
que rompían
el sueño
y mares
océanos
cordilleras
hasta
mi susurro
de lujuria.
Matrimonio:
Pérdida de tiempo
de los cuerpos
y sus fluidos
balance negativo
en confluencia
de asientos
contables:
Patrimonio.
Cayó la piel
pero sin muda.
Los ojos derrotaron.
Miraba desde su silla
queda,
el cristal fugaz.
El sarro
en los dientes
son los ríos.
La naturaleza
bella
refulgente
o mísera
cruel.
Alguien
debería advertir
o enviar libro
de instrucciones
con cantos
de buen derviche.
La ira
del miedo
y el caparazón
de la muerte.
En lo invisible
tras las ventanas
viven seres
interrogantes
agazapadas, en fin
(los más dichosos)
en pretérito
imperfecto
o el vacío
del presente
comen
beben
desean
se emocionan.
Tanto
o más que tú.
La grieta está
en lo abisal
donde no miras
sus ojos
perdidos.
Rutina
pendiendo
de un hilo
roto
negación
con ridículas
excusas
suficientes
para un muero
al vivir en mí.
La ira
manceba fiel
de mi arranque
y de mis golpes
a la que rezo
en el fracaso
para ocultar
de la tierra
toda sangre.
Esclavo
salvaje
grillete
ebrio
suicida
asesino.
Frente seca
jíbaro cuerpo
clamando
un estúpido por qué.
Hoy es la noche
de la hoja en blanco
de imposible
en un espejo
con sobrante
(un hombre golpea
a un vástago
hasta que el orín).
Aprender
discrepar
escupir
Lo tullido
lo loco
Y lo fuerte
lo veloz
lo bello
Ay
angélicas
cabronas
blancas
negras
que nos gritaréis
con las manos
hendidas
en el culo.
Cuánta ganancia
con la razón
sin razón.
¿Ilustrarnos
cómo
delendar
a palos
a piedras
a yerro mata
yerro muere
con bayonetas
a quemarropa
de hidrógeno?
¿A sangre fría?
Uno, dos, tres y cuatro
locos trigaban
en un trigal
Aventaron ufanos
el agravio del Señor
bendijeron
con aleluyas
su fértil herencia
Mierda en las tripas.
La ventana
es un abismo
un infierno
de locos
personas
manchadas
(débiles
oscuras)
que apalean
al mundo
(cuando no
a sí mismas)
los días
sin más
que van quedando.
Antes que las flores
me entierren por siempre
permite que venza tu cama
sólo para adorarte
deja que tu condición
me repudie por siglos
y envenene la saliva
de gemidos.
Arena y cemento
en sangre de hormigón
o criba
luz por despedir
en puro despedirse
costillas, derrotas
aullidos.
Lo siento
aunque la niña blanca se acabó
con el viento frío de adioses
de la maldición de alzacuellos
aunque las luces ciegas no brillen
con plenitud de inocencia
y no sane la palabra.
Camino por agrestes sendas
del olvido
y el recuerdo
escucho
la voz
de una música
de rincones
conozco la penumbra
porque nunca se acaba.
Jódanse pues los repasos
y la queja seca
los perversos compases
de la soledad.
Este órgano
demasiado viejo
o demasiado joven
inexorable
o caduco
mar de algas
donde los peces se devoran
ruido de fondo
que invade la mente
al despintarse la osadía
siempre comienza a pudrirse
como un secarral
donde se sembró.
La vida no es la vida
quizá sea de otros
quizá esa terrible culpa
asida sobre la nada
que siempre nos condena
por buscar algo
sin saber qué es.
Se oirán
las entrañas
del castigo
desgarrarse.
Como hilacha
de la vida.
Será cuando no se viole
a las musas
en catres
de blanco y negro.
Se ha levantado
el amanecer
de tijera.
Llueve a golpes de barro
y las mantas de rizoma no cobijan
pero no me llevarán las noches
sino las ausencias.
Juego a las rutinas de tinturas
con pigmentos que desunen
los gemidos de desorden
al tener que pronunciarlos.
Vislumbro perfiles de jirón
en hábitos de luto
y pantuflas distantes
que son espejo
y descanso aquí lo que no es
el puñal de lo que ha sido
y no será nunca jamás.
Fulmina mi piel
como cordero
desjarreta mis piernas
como a toro
y desmiembra mi talle
para expiar tus culpas
Inmola ese libro
que no leeré.
En continuo holocausto
apuestan sobre el balde
de los hombres
y rompen el pecho
a patadas
su sudor
para comprar osadías
en billetes
con los que vender
aún más arena
en el desierto.
Reloj sordo
en año de nadas
o viento mudo
traficando rincones
de aprendiz a Dios
discursos perpetuos
sin saber qué decir.
Pierdo la voz
o gano el grito
sobre oráculo y ceniza
de un yunque ciego.
Mientras
los que fabulan
dicen del suplicio
que aunque eterno
fue parido por un tal Lucifer.
Puedo entonces tramar
y creerme aquí
para siempre
porque siempre fue nunca.
La música se exilió
en el último baile
cuando estremecieron las medias
de despecho
y las marionas gimieron
a cantazos
de pizarra muerta.
Llanto
más llanto
luego arena.
Debiste tener una excusa
quizás.
Noches de adioses
juegan con el humo
de sus dedos.
Mártires amanceban misas
y enanos lívidos escriben
tan fuerte
que no dejan escuchar
las palabras.
Supongo que te escribo
porque olvidé escribir
hace tiempo
y existo sólo a través
de un sordo gemido.
Estos pasos
de alegrías tristes
esta miel
de soles negros
este tiro
de insidia
de vivir.
Se desgarra primero la mente
después todas las letras
y al enésimo zarpazo
vuelves
a hozar.
Enfurecido buscas al ejecutor
para hendirle el puñal
de su propio veneno
para inmolar los harapos de la vida
o acabar
de una puta vez.
Que se sepa
que se sepa para siempre
aunque sean barcos lentos
de reproche
aunque se cosan las redes
de su propio silencio
en los ojos ciegos
de una cueva.
Que los hombres tejan su venganza
pacientes
de sobrevivir
pues cuando lo oculto
ya
es mucho
se desborda casi todo.
Siento la
la ignorancia
que podría ser hermosa
y que sólo es cobardía
Es la ruina que despunta
después de un año de barro
para poder admitirme en un mundo
en el cual sea sólo una tilde.
Quemaré mi desenlace
para vivirlo mejor
lejos ya de todo
porque
por fin
se dispersa
y me permite tragar
un intervalo ciego de tiempo
que abarca una tragedia
entre el mensaje que hiere
y mi respuesta desolada.
Somos el grito sordo
-los que nunca somos-
las moscas del asno
y el asno mismo
cargado de derrota
Somos lo dócil
revivido a hostias.
Ya no corren las palabras
como nómadas inquietos
ni se siente nada de algo
ante las manos de nadie
y no escucho al miserable
porque encañonaron la miseria
con metralla sorda
del orden y la ley
Ya no escupe
ni rabia
ni arde
pues no sabe echar de menos.
Yo
último pistolero
-francotirador-
Odín desterrado
dios mísero
guerrero cobarde
y sexo imposible
o amor con verdad
última noche
embriagada
de mi propia mentira.
Deseo:
Casa vacía
o habitada de desánimo
atenta, vencida
sobre lugares ocultos
colgada sobre alambre
frenesí de la quimera
en su derribo.
Ojos ajenos
que sueñan
desde cristales
maldiciendo
mudos
sin tener
qué esperar.
He contemplado la gracia
en un tiro iluminado
el martirio de Caín
en la arrogancia de Abel
y a Dios
jugando al póker.
Píldora
del nirvana
o aguja
de un mar
en puerto
para un barco
roto
solas
aquí
en este aquí
solamente
a solas.
Es la ira
meretriz fiel
de mi arranque
de mis golpes
a la que rezo
en la derrota
para ocultar
de la tierra
toda sangre
Tengo nombres propios
de hedor infinito
y dolor de báculo
en las costillas.
Gritos, estertores
que reducen
a lo injusto
toda mi razón.
Tengo nombres cárdenos
asesinos por mensajes
y por concilios
que no arrasan los milenios
ni una dulce tempestad.
Retiro el amor
a la algazara grotesca
hasta que se canse
y me deje.
El amor
siempre a nadie.
He aquí un cebo
que no ha fallado nunca
letrina
que anhelé
por un momento
de dulce agonía.
Malditos de Elohím
con vómito y batea
o moscas encueradas
de enjuto negro
en fotos interiores
de pupila inmóvil.
Tal es el milagro,
al ver
un vientre
de inocencia
tan justas las alas
en la quietud
de unos senos
por un ángel caídos
que sólo contrición
o ceguera
de un loco
los merecen
ensuciar.
Se veía
el resplandor
desde lejos
de Efraín
Judá
Manasés
Solían juntarse
unos doce
aclamando
a un tal Elías
su camello.
Antes que venzan
o repudien
o pudra recuerdos
permíteme
llenarte
de dentellladas
y aullidos.
Me estoy enfriando
poco a poco
dando ayuno
a la rabia
para mentir
a la cera
tibia
de mis muertos
y quitar
este puño
del estomago.
Mirad
inocentes
este quinqué
ciego
provisto
para saciar
culpa
o pecado.
He aquí
al final
un vástago
piantado
menesteroso
en un vientre
de un yermo
que se humilla
o iguala patas
con el acierto
del estoque.
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